Hola

No había pasado la primera hora de presentaciones del primer día de las jornadas militar en el Cuartel del Bruch cuando ya sentía como subía la energía colectiva de mis compañeros y la de los periodistas invitados. La anticipación por lo que prometían los dos días de inmersión en el mundo del ejercito español palpitaba en todos emoción de curiosidad y asombro. Al finalizar el primer día, el interés prontamente se convirtió en una inyección de adrenalina que, a pesar de producir insomnio, alimentó fulminantemente la vitalidad que acompañaría el segundo día de jornadas. El día fue largo, pero el celo por estar presente en cada ejercicio y la claridad mental perduró. Me asombró la constancia por parte de mis compañeros y los otros periodistas de entretener el alto nivel energético requerido para estar presente a la información y a la vivencia compartida, generada por cruda emoción humana. Fue el ser consciente del vigor que produjo en mí la experiencia que ofrecieron los integrantes del ejercito que brindó la idea para este proyecto. El periodismo militar, aunque en las jornada se vivió en teoría, deja una huella profunda de ser una dinámica formidable dónde tanto el periodista como el militar comparten un vínculo de interdependencia cuya relación tiene la potencialidad de alterar perspectivas globales, y con esto, la historia. Así como el periodista es la voz que los militares necesitan para generar apoyo y la columna vertebral de cómo su trabajo es percibido por sus mismos compatriotas, los militares son la llave de lo que permiten que los ojos del periodista vea. Mientras el mundo se acelera en dirección a la inteligencia artificial y a una crónica contada por los ojos de los drones, es cada vez más importante desarrollar la interrelación entre el ejercito y los periodistas para que la mirada de una situación de conflicto sea auténtica, genuina e humana.